jueves, 24 de enero de 2013

Actividad 2

ACTIVIDAD II


ADAPTACIÓN DE UN CUENTO

Se trata de una adaptación del cuento “Todo tipo de pieles” para los niños del tercer ciclo de Primaria.


Cosas que he mantenido:

§  El legado de la madre a su hija.
§  Las promesas en el lecho de muerte.
§  La rebeldía ante un matrimonio no deseado y huir de ello.
§  La atracción por un joven de buena posición.

Cosas que he cambiado:

§  Gente de la nobleza por personajes de clase social media.
§  Al final no siempre la princesa se casa con el príncipe.
§  Los regalos de la madre.
§  Su oficio. De cocinera a jardinera.
§  El abrigo por la estatua de chocolate.

Adaptación de un cuento: Entre rosas y chocolate.

Este cuento, como todos los cuentos, comienza con aquella frase de ERASE UNA VEZ…

           En un pueblecito de la sierra madrileña vivía Don Aurelio con su esposa Doña Gimena, era una pareja muy feliz, se amaban mucho y la suerte les sonreía.
Tenían una preciosa casa con un jardín enorme que Dª Gimena cuidaba con esmero, sobre todo los rosales que eran sus plantas favoritas, los tenía de todos los colores y clases y a ellos dedicaba gran parte de su tiempo. Don Aurelio era el propietario de una fábrica de exquisitos chocolates y turrones que hacían las delicias de todo el país y que había heredado de su padre.
Los dos eran muy queridos por todos los vecinos de la villa pues eran alegres, simpáticos y generosos con todos ellos. Sólo enturbiaba su felicidad el que después de muchos años de matrimonio no habían tenido ningún hijo y Don Aurelio lo deseaba ardientemente, pues quería tener uno al que dejar su maravillosa fábrica.
Un día, una anciana del lugar, que todos tenían por muy sabia, preparó para Doña Gimena una especie de pócima con hierbas que solo élla conocía y le prometió que si la bebía un día de luna llena quedaría embarazada.
            Como por arte de magia así sucedió y después de nueve largos meses nació una preciosa niña a la que sus padres pusieron de nombre “Deseada”, celebrando una gran fiesta para que todo el pueblo participara de su inmensa alegría. Poco duró esta felicidad pues Doña Gimena enfermó gravemente cuando su hija contaba pocos meses. Por más esfuerzos que hacían doctores y curanderos, Doña Gimena no mejoraba y veía su muerte cada vez más próxima. Por tal motivo llamó un día a su marido y le dijo:
- Se que mi final está muy cerca esposo mío, pero no quiero que estés triste pues he sido muy dichosa a tu lado, solo espero que quieras y cuides de nuestra hija como lo has hecho conmigo. También deseo que cuides de mis rosales en los que he empleado tanto tiempo y de los que me siento tan orgullosa y que cuando Deseada tenga edad suficiente sea ella quien lo haga y con las mismas herramientas que yo siempre he utilizado.
Don Aurelio prometió a su esposa que así lo haría y las herramientas de Doña Gimena fueron depositadas en un arcón que sería entregado a la niña junto con una carta de su madre.
Después de la muerte de Doña Gimena, Don Aurelio se sumió en una profunda depresión, olvidando lo que había prometido a su esposa. Abandonó el cuidado del jardín y de los queridos rosales de Doña Gimena, dejándolo completamente abandonado. También descuidó su espléndida fábrica de chocolates, pero sobre todo se olvidaba de su querida hija.
Deseada iba creciendo casi sin que Don Aurelio se diese cuenta y se convirtió en una niña tan encantadora que consiguió que su padre volviera a recobrar su alegría y fue entonces cuando él recordó la promesa que había hecho a su esposa en su lecho de muerte. Buscó el arcón donde había guardado las herramientas de jardín de Doña Gimena y le hizo entrega de ellas a Deseada, así como de la carta que le había dejado su madre. En la carta Doña Gimena contaba a su hija lo que la había querido y siempre la querría y le explicaba su gran amor por las plantas y sobre todo por los rosales y que esperaba que los cuidara como ella los había cuidado. Pronto aquel jardín volvió a ser el de antes y volvieron a florecer en él las rosas de Doña Gimena.
Pero Don Aurelio estaba preocupado, él era cada vez más mayor y Deseada no mostraba ningún interés por su fábrica de chocolates y turrones, sólo le interesaban las rosas y el jardín. Entonces pensó que lo mejor sería casarla con su maestro chocolatero, un joven apuesto, serio y sobre todo muy formal y así conseguiría que aquella espléndida fábrica no se perdiese para siempre. Así se lo propuso a Deseada y ésta aunque pensaba que con sus diecisiete años no tenía edad para casarse, por no enojar a su padre, aceptó la proposición con una condición, pensando que el maestro chocolatero no podría cumplirla:
- Como me gustan tanto las rosas y en honor a mi difunta madre, quiero que como regalo de pedida consigas para mí jardín un rosal cuyas rosas sean de colores diferentes, unas rojas, otras rosas, otras amarillas, azules…
Rodrigo, pues así se llamaba el maestro chocolatero, pensó que aquello sería imposible, pero estaba tan enamorado de Deseada que haría cualquier cosa para complacerla y hacerla su esposa. Viajó por distintos países del mundo peguntando y consultando con los mejores jardineros y expertos, pero después de muchos meses volvió desesperado porque no había conseguido el rosal que Deseada le había pedido. Entonces alguien le habló de aquella sabia anciana que había conseguido que Don Aurelio y Doña Gimena tuvieran una hija y fue a consultarla. Aquella anciana volvió a preparar una gran pócima con hierbas que ella solo conocía y le dijo al joven que en las noches de luna llena rociara todos los rosales con aquella pócima y a la mañana siguiente todas las rosas del mismo rosal serían de diferentes colores. Rodrigo así lo hizo y como por arte de magia sucedió lo que la anciana había dicho.
Cuando Deseada vio aquel jardín con todos los rosales en flor y de tantos colores quedó tan sorprendida y emocionada que no sabía si reír o llorar, pues si aquello era maravilloso y una prueba de amor, seguía pensando que era demasiado joven para casarse.
A partir de entonces Rodrigo se dedicó a hacer feliz a su amada y pronto le pidió que se casara con él y señalara día para la boda. Deseada no tuvo más remedio que aceptar pero también puso una condición:
- Como eres tan buen maestro chocolatero y como prueba de amor, quiero que para el día de nuestra boda hagas una estatua de chocolate de mí a tamaño natural, la cual estará hueca y deberá quedar instalada en la terraza la noche antes de nuestra boda.
Así lo hizo Rodrigo y la estatua de una belleza extraordinaria que demostraba su gran amor por Deseada, como ella misma tuvo que reconocer, quedó instalada en la gran terraza la noche antes de la boda.
Esa noche, Deseada, que seguía sin intención de casarse, cogió las herramientas de jardín de su madre, salió a la terraza y llegó hasta la estatua de chocolate. Como era hueca, se metió dentro de ella y huyó al bosque. Corrió y corrió y corrió, hasta que rendida por el cansancio y el peso que llevaba se quedó dormida junto a un árbol.
A la mañana siguiente despertó aterrorizada pues todos los animales del bosque estaban a su alrededor lamiendo y mordiendo el chocolate de la estatua donde ella se encontraba metida. Suerte que por allí pasaba un joven a caballo que iba de cacería y logró rescatarla, llevándola a la gran mansión donde vivía con sus padres. Cuando Deseada se recuperó y comentó sus grandes dotes como jardinera los padres del apuesto joven que la había rescatado la pidieron que se encargara de su jardín. Ella aceptó y se entregó de lleno a la tarea. Con el paso de los días fue encontrándose cada vez más atraída por aquel joven y siempre ponía en su habitación un gran ramo de rosas de las que ella cultivaba, hasta que un día comprobó que todas las rosas que ella le llevaba al día siguiente estaban destrozadas en la basura.
Deseada entonces empezó a recordar a aquel maestro chocolatero, Rodrigo, que tanto amor había demostrado por ella y por su afición a las rosas. Y una noche de luna llena cogió las herramientas de su madre, cortó las mejores rosas del jardín y se dirigió a la casa de Rodrigo, el cual estaba sumido en una profunda tristeza por la desaparición de su amada. Deseada depositó las herramientas en la puerta de la casa y luego fue dejando rosas, haciendo un camino, hasta la terraza de la casa de su padre donde tiempo atrás Rodrigo había instalado aquella magnífica estatua de chocolate de su persona y allí se sentó a esperar a que él llegara. No tuvo que esperar mucho pues Rodrigo enseguida comprendió que Deseada había vuelto y que le había marcado el camino para llegar hasta ella.
Cuando se encontraron no hicieron falta palabras entre ellos y en muy, muy, muy poquito tiempo se celebró la boda más fastuosa que os podáis imaginar.
Y, como en todos los cuentos, vivieron felices y comieron… chocolate.

No hay comentarios:

Publicar un comentario